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jueves, 29 de marzo de 2012

Mito

Cada año, luego de que la diosa de la tierra, y el dios de la fertilidad preparan el terreno, unos pequeños seres alados, alegres, coloridos y muy, muy pequeños, se toman el trabajo de plantar diminutas semillas, y de cuidar a las plantas que de ellas crecen.
Hace muchos años, un hada muy hermosa (la más hermosa, en realidad) paseaba flotando sobre un pequeño campo, como si danzara entre las bien cuidadas plantas. Dio la casualidad de que el dios del sueño estuviera mirando en esa dirección, y viera a la pequeña hada. Siendo este un ser muy pasivo y aletargado, rápidamente quedó enamorado de la criatura más grácil que viera en su existencia. Durante muchos ciclos, vio a las hadas (y en especial al objeto de su amor) trabajar duramente en el cuidado de las plantas.
Un día, el dios del sueño tomó una decisión. Con mucha pompa, descendió en su nube, y citó a la líder de las hadas. Tras presentarse (tal vez exagerando sus virtudes), pidió permiso para llevarse al hada más hermosa, quien se había robado su corazón, para que viviera con él en el reino de los dioses. La líder de las hadas se escandalizó: a las patadas, sacó al dios del sueño de su territorio, gritándole que se alejara de sus preciadas hermanas.
Con el corazón roto, el dios del sueño se retiró a su reino, ubicado entre las nubes, mas allá de las montañas. Allí, permaneció oculto durante cuatro ciclos, pensando en cómo vengarse de la líder de las hadas. Tras mucho meditar, llegó a la conclusión de que lo más doloroso para un hada sería ver el fruto de su trabajo arruinado. Astuto esperó hasta que las plantas que con tanto esmero cuidaban las hadas, llegaran a su mejor momento, y con un poco de polvo de rosas, durmió a los pequeños seres alados. Muchos días pasaron, mientras las hadas seguían dormidas. Progresivamente, las plantas comenzaron a perder su color, y a marchitarse. Al ver que su propósito estaba cumplido, el dios del sueño levantó el hechizo del polvo de rosas de las hadas. Estas, al despertar y ver todos los campos sin vida, no enloquecieron; rápidamente, aprovecharon la oportunidad: volvieron a plantar las semillas, y se dispusieron a cuidar de los nuevos brotes. El dios del sueño, colérico por no haber logrado quebrar el espíritu trabajador de las hadas, decidió repetir su venganza hasta conseguir que los pequeños seres se dieran por vencidos en su tarea, aunque le llevara toda la eternidad intentándolo.

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